Es bueno que desde pequeños aprendamos a diferenciar lo que nos gusta de los que no nos gusta, aquello que queremos, de lo que no, lo que nos hace sentir divertidos de lo que nos aburre… De esta forma vamos conformando nuestra personalidad durante la infancia. Y de adultos, somos adultos felices, felices de conocernos y saber quiénes somos y que queremos.
Cuando basamos el proceso de aprendizaje y crecimiento de los hijos solamente en opiniones externas, profesionales o no profesionales, o en las creencias que nos han transmitido nuestros padres, así como en el hábito, les negamos el don de descubrirse, de descubrir que les gusta, que desean o que les apasiona.
Y cómo padres, os negáis la oportunidad de conoceros, de escucharos de corazón, y de reflexionar sobre cómo queréis que crezca vuestro hijo.
En cambio, obedecéis a normas externas e internas, que no habéis elegido conscientemente, sino más bien, “automática-mente”
Desde la terapia Gestalt, estas normas que han sido internalizadas, las llamamos introyectos. Y son aquellos mensajes que nos han transmitido, bien en el núcleo familiar, o bien en la sociedad, de lo que debería ser. Éstos, son mensajes que nos creemos sin reflexionar. Lo peor de este asunto, es que la mayoría de las veces, no están en sintonía con nosotros, y con lo que de corazón deseamos, y controlan nuestra conducta de forma automática desde la inconsciencia, bloqueándonos la oportunidad de elegir libremente como queremos vivir.
Estos mensajes representan la opinión de los seres que amamos, en su mayoría, por eso, es tan difícil rechazar algunos de ellos, a pesar de no sernos útiles en algunos momentos de nuestra vida, porque les guardamos lealtad.
Cuando esto ocurre, actuamos en consecuencia con el introyecto.
Muchas veces podemos vivir de esta forma hasta el fin de los días, con mayor o menor grado de satisfacción, y con poco grado de autoconocimiento, ya que es un mecanismo inconsciente, que no ha pasado por un proceso de conciencia reflexiva, que no ha sido decidido, sino instaurado.
Pero en otras ocasiones podemos sentir un conflicto interno, nos sentirnos divididos. Este conflicto, que empieza siendo una sensación corporal de la que muchas veces no nos damos cuenta. Es señal de que parte de nuestra energía está concentrada en empezar a discutir y reflexionar con esta creencia/Introyecto. Es señal, de que nuestro yo, nuestro ser, lucha por tener su lugar, en el fondo, luchas contra ti mismo para escucharte, para saber quién eres, y reconciliarte con aquello que te dijeron que eras.
Si conseguimos extraer aquello que nos sirve de estos mensajes, llegamos a un sentimiento de paz con nuestras raíces y con nosotros mismos, habiendo tomado libremente esta elección.
Algunas veces este conflicto puede manifestarse en forma de excitación, o lo que usualmente, en nuestra cultura occidental, acostumbrada a patologizar al ser humano, llamamos ansiedad. Si lo atendemos, aumentando nuestra conciencia acerca de lo que nos está pasando, es entonces cuando empieza el proceso en el que, conscientemente elegimos que es lo que nos sirve de esta creencia y que es lo que ya no nos sirve, y nos despojamos de ello.
Cuando decidís ser padres, es importante hacer una revisión de estos credos, de vuestros comportamientos, y de cómo os sentís con todo ello.
Un niño es un reto que nos obliga a mejorar a cada instante, a hilar fino y perfeccionarnos para hacer frente a semejante desafío constante, ¿quién se atreve con ello?
Luis Antonio García
Esta reflexión o viaje interior, os ayudará a responder preguntas clave en la crianza de los hijos:
¿Cómo quiero criar a mi hijo?
¿Cómo quiero relacionarme con él?
¿Qué quiero transmitirle?
¿Cómo le doy apoyo?
¿Cómo le hablo? ¿Cómo es mi tono de voz?
Esta es una forma de conoceros, no solamente como padres, sino como personas.
De esta forma rompemos la rigidez del hábito y los deberías, y empezamos a actuar y a relacionarnos desde nuestro ser más profundo, desde el corazón.
Conoceros, y poner atención a como sois, para centraros en los comportamientos que necesitáis modelar para relacionaros con vuestro hijos, es el mayor regalo que podéis ofrecerles, y el mayor ejemplo de aprendizaje respecto a la importancia de vivir en sintonía con uno mismo.
Es el mejor modelo de autoestima y equilibrio que podéis transmitir a los hijos. En la medida en que los padres os permitáis ser diferentes, ser quienes sois, se lo permitiréis a ellos, les permitiréis ser únicos y exclusivos, y amarse como tales.
Los sentimientos de valía, solo pueden florecer en un ambiente en el que pueden apreciarse las diferencias individuales.
Y ser diferente, requiere de la valentía de mirarnos hacia dentro, y descubrir quiénes somos.
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